Sí, somos la generación cibernauta. La generación de las tecnologías, la digitalización, la globalización, la comunicación, la información… Desde luego, somos una generación que ha sufrido muchos cambios de los cuales todavía no se saben las consecuencias. Pensándolo bien, desde que tuvimos diez años aproximadamente utilizamos el ordenador un poco cada semana; a medida que fuimos creciendo se adhirió a nuestro crecimiento la expansión de las tecnologías móviles, con lo que hoy somos una generación que ha visto como paralelamente a nosotros iba creciendo el monstruo informático de la red e iba alejándose cada vez más de aquel viejo ordenador enchufado a la pared.
De igual modo, también tuvimos que adaptarnos a la comunicación en la red y los dispositivos móviles. La utilización de códigos (una especia de jerga), iconos, abreviaturas, siglas… Lo que más me sorprende es la capacidad que tenemos como seres humanos de aportar significado a una serie de líneas, puntos y formas que en realidad no significan nada más que aquello que nosotros, a modo de convención, decidimos.
Con esto quiero decir que, de alguna manera, la comunicación virtual se sintió poderosa en algún momento y aprovechó para ganar terreno a la comunicación interpersonal física. Esto es, todas las conversaciones que se tienen día a día mediante la utilización de redes sociales, plataformas virtuales, chats en la red, canales, foros y blogs… Pensándolo bien, la comunicación es real a pesar de que la persona con la que estás conversando sea, o bien un conjunto de píxeles formando una imagen o la traducción de un código binario que dibuja letras y números. En ningún caso es una persona. Pero en la sociedad hemos obviado este hecho hasta naturalizarlo, de manera que si entras en un foro sobre comida para gatos y discutes con otro usuario del foro que se llama así mismo gatospatos@, por ejemplo, de veras crees que gatospatos@ es una persona que está discutiendo contigo, aunque no puedas llamarle por su nombre real y desconozcas también que aspecto físico presenta. Simplemente es otro cibernauta más, pero no vemos sino una persona de carne y hueso hablando.
Lo mismo ocurre con los códigos que se emplean en los chats y redes sociales. Los iconos empleados en los mismos, desde el típico smiley hasta labios lanzando besos, significan mucho más que, por supuesto, meros píxeles y códigos binarios traducidos en imágenes y caracteres gráficos. Así, un paréntesis con una “L” dentro se traduce en forma de corazón y aquí entra nuestra actuación: al recibir en la pantalla un paréntesis con una ele mayúscula dentro no imaginamos a la persona que nos lo envió apretando las teclas de los paréntesis y de la “L” en el teclado; suponemos, y con toda razón, que la persona en cuestión nos quiere y esta es su forma de decirlo. De igual modo, dos usuarios conversando vía chat o vía red social, por ejemplo, pueden llegar a malentendidos o confusiones porque no se comprenden los mensajes o se malinterpretan. Falta la entonación, el lenguaje corporal, la distancia entre los cuerpos… ¡falta tanta información!
Quizás, después de casi veinte años acostumbrándonos a la comunicación vía Internet es natural que traduzcamos la kinésica que nos caracteriza como humanos a un lenguaje determinado por la utilización de códigos e iconos que en la realidad virtual significan exactamente lo mismo que en la realidad física y que nos caracteriza como seres-máquina.
-ISA NADAL-
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